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Oberá, Misiones, Argentina
Soy profesora en Educación Tecnológica

Atención a la diversidad ¿Práctica o discurso?

“La base de la convivencia humana es doble y, sin embargo, una sola: el deseo de todos los hombres de que los otros les confirmen como lo que son o incluso como lo que pueden llegar a ser, y la capacidad innata de los hombres para confirmar de ese modo a sus semejantes” (WATZLAWICK P.)



MÓDULO IV: Tecnologías para el trabajo colaborativo
La significación del mundo es un atributo del ser humano. Si cada uno de nosotros, en la vida privada y en la profesional intervenimos con otros, los acontecimientos serán vistos e interpretados de forma distinta por cada coprotagonista.
Entonces… según nuestra percepción ¿A quiénes consideramos normales? y ¿Quiénes son los anormales?
La normalidad está ligada a los procesos históricos, culturales, sociales y económicos que regulan y controlan el modo a través del cual son observados, percibidos, pensados e inventados los otros, en otras palabras, tiene que ver con lo específico de una cultura. “La realidad es que nuestro mundo es un mundo en que la presencia de seres diferentes a los demás, diferentes a esos demás caracterizados por el espejismo de la normalidad, es vivida como una gran perturbación” (PEREZ de LARA, 2001:295)
El concepto de normalidad se instaura como una categoría que rige la mirada de médicos y también de educadores. Lo normal se asemeja a lo eficiente, lo competente y lo útil, está pensada desde un criterio estadístico que se basa en “lo común, lo de la mayoría, lo estándar, lo más frecuente, lo de todos. Lo que no se ajusta a las normas o traspone los límites es “anormal” surgiendo así la comparación del “ser” con el “deber ser”.
Aquel que según un diagnóstico es catalogado “anormal” dejará de ser sujeto para convertirse en objeto, perderá su nombre, se lo llamará por su déficit y podrá ser medido, evaluado, integrado o controlado. Esta categorización también se instala en la escuela y así tenemos: el terrible, el inquieto, el tímido, el desobediente y otros tantos que pierden su identidad ante el etiquetado de sus compañeros y por qué no, de sus maestros.
También la escuela tiende a generar un único modelo: el hegemónico, una sola realidad, nada de advertir que no hay ninguna cosa en sí, sino que las cosas sólo se dan dentro del sentido en el que ocurren, transmitiendo un único modo de pensar el mundo: objetivo por un lado, subjetivo por otro y muy alejada de la alternativa de aprender a articular la trilogía: sentir, pensar y actuar con otros.
Si el mandato social de la escuela es el de enseñar y aprender, éste debería ser el fundamento al pensarla como institución del siglo XXI o como espacio privilegiado para el conocimiento y para la promoción del cambio social, pero...las fuertes transformaciones tecnológicas y económicas de los últimos años transcurren ante una escuela inmutable y docentes desconcertados frente a los nuevos desafíos.
Entre estos nuevos desafíos se encuentran las NTIC como dispositivos valiosos que pueden transformar los modos de pensar, percibir, conocer y sentir; no obstante su inclusión en las propuestas de enseñanza debe responder a decisiones que justifiquen su incorporación seleccionando y evaluando los recursos y sus posibles usos didácticos. Estas decisiones deben llevar implícito el trabajo en y para la diversidad otorgando a las nuevas tecnologías el valor que realmente le corresponde. Los medios no solamente son instrumentos didácticos, sino que han de formar parte de lo que los estudiantes han de conocer y saber utilizar. Hay que entenderlos como recursos potenciales en la construcción y manipulación, adquiriendo su importancia en relación al uso que se haga de ellos.
Conocer el valor que supone incluir las innovaciones tecnológicas en el proceso de transformación de la escuela y la sociedad debe tener en cuenta los rasgos que configuran nuestro entorno más inmediato, potenciando actitudes, valores y normas de la sociedad.
Lo más importante de los medios es la capacidad de poner a los alumnos en contacto continuo e inmediato con experiencias de aprendizaje. Para ello debemos adecuar los recursos disponibles a sus necesidades, a las características personales y a la institución escolar.
Utilizar el trabajo colaborativo para que los estudiantes se ayuden mutuamente a aprender, compartan ideas y recursos y planifiquen cooperativamente qué y cómo estudiar pues, aprender en forma colaborativa despierta sentimientos de cohesión y de pertenencia a través de metas comunes, posibilita a las personas conocer su propio ritmo y estilo de aprendizaje; incrementa la motivación, estimula la productividad y responsabilidad; fomenta la comunicación, el trabajo en equipo y la autoevaluación.
Parafraseando a Paul Watzlawick, “si hubiera hombres que vivieran de verdad la idea de que ellos son los constructores de su propia realidad, se caracterizarían por tres propiedades especiales. Primero, serían libres, pues, el que se sabe constructor de su propia realidad, también puede crearla con otra forma en todo instante. Segundo, ese hombre sería responsable en el más profundo sentido ético, pues, quien ha comprendido de hecho que él es el constructor de su propia realidad, no cuenta ya con la opción de evadirse a la cómoda excusa de la coacción ejercida por las cosas ni con la de echar la culpa a otros. Tercero, un hombre de esas características sería conciliador en el sentido más profundo del término”. Entonces ¡Qué bueno sería ponerlo en práctica! ¿no?

BibliografíaWatzlawick, Paul. 1995 El sinsentido del sentido. Barcelona, Herder.
PEREZ DE LARA, Nuria. 2001. “Identidad, diferencia y diversidad: mantener viva la pregunta”. En: Larrosa y Skliar Comp. “Habitantes de Babel. Políticas y poéticas de la diferencia”. LAERTES. Barcelona.

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